LAVA TU PLATO, LAVA TUS PIES
Hay detalles en nuestra cotidianidad que parecieran no ser relevantes para Dios ni para nuestro entorno, pero lo cierto es que si somos hechura suya y fuimos creados por él para buenas obras, y dichas obras fueron preparadas de antemano (Efesios 2:10), entonces debemos procurar honrarle con todas nuestras acciones aunque parezcan pequeñas.
Es impresionantemente común un nuestra cultura latinoamericana el siguiente detalle: “Los hombres de la casa no lavan su plato” y aquellos que lo hacen generalmente es como resultado de una gran insistencia femenina que incluso se torna obstinante, cuando debería ser un deseo genuino. Meditaba en este acto tan cotidiano y venía a mí aquella escena en la que Jesús lavaba los pies de sus discípulos:
Dios había enviado a Jesús, y Jesús lo sabía; y también sabía que regresaría para estar con Dios, pues Dios era su Padre y le había dado todo el poder. Por eso, mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se quitó su manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana, y comenzó a enjuagar los pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla.
Cuando le tocó el turno a Pedro, éste le dijo a Jesús:
Señor, no creo que tú debas lavarme los pies.
Jesús le respondió:
Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás.
Pedro le dijo:
¡Nunca dejaré que me laves los pies!
Jesús le contestó:
Si no te lavo los pies, ya no podrás ser mi seguidor.
Simón Pedro dijo:
¡Señor, entonces no me laves solamente los pies, sino lávame también las manos y la cabeza!
Jesús le dijo:
El que está recién bañado está totalmente limpio, y no necesita lavarse más que los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
¿SI JESÚS LAVÓ LOS PIES DE SUS DISCÍPULOS, POR QUÉ TE CUESTA TANTO LAVAR TU PLATO?
Esta enseñanza va para las dos partes involucradas:
A las mujeres: no es que por servir en el hogar debemos exigir que laven su plato como si hubiésemos hecho una gran hazaña y lo merezcamos. El mismo Jesús, el enviado del cielo, no se enalteció por lo que le correspondía hacer. Simplemente sirvamos con amor como lo hizo Jesús.
A los Hombres: si bien es cierto que como mujeres virtuosas debemos cumplir con las labores del hogar y Dios realmente nos capacitó para ello, lo que rompe la armonía del asunto es la falta de amor. Dirán que es exagerado y que simplemente es un plato, pero el amor considera, agradece y honra.
Este pequeño detalle no solo está presente en los hombres sino también en mujeres: la hija, la nieta, la hermana, la sobrina, la amiga, la vecina que tampoco es capaz de lavar su plato porque hay quien lo haga por ella.
En conclusión, querido lector, lave su plato, no como honra a quien sirve sino como un acto de honra y nobleza hacia Jesús. Que nuestros pies estén limpios porque han seguido los pasos del maestro en todas las áreas de nuestra vida.
#ACTIVATUFE LAVA TU PLATO, LAVA TUS PIES