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AGUA, DENSIDAD INVERSA


Densidad del agua - Activa tu fe Blog

Conversaba con mi hermana acerca de su experiencia en un curso de ecografía que acababa de comenzar, muy entusiasmada me explicaba sobre lo curioso de la densidad inversa del agua. Yo, que nunca fui buena para la física ni para los números, prestaba atención con cara de no entender mucho, tanto así que ella buscó una nueva manera de explicarme, finalmente creo haber entendido.


Lo curioso es que al día siguiente mientras disfrutaba de una hermosa alabanza que dice: “Dame de beber, necesito más, no quiere tener sed jamás”, recordaba las palabras de Jesús cuando se encontró, junto a un pozo de agua, con aquella mujer Samaritana y aprovechando la ocasión le ofreció agua:


Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

Juan 4: 13 – 14.

La densidad no es más que la relación entre masa y volumen de un cuerpo o sustancia. Mientras mayor densidad, mayor dureza.


La densidad del agua es bastante estable, y en su estado líquido tiene mayor densidad (es inversa), por eso cuando hay un elemento sobre el agua que posee menor densidad que ella, se hunde. (Ejemplo: madera sobre el agua flota, el plomo sobre el agua se hunde). Hablando en palabras más claras, el agua en su estado líquido, a diferencia de otras sustancias, posee mayor densidad, esto quiere decir que hay una mayor cantidad de moléculas dentro de ella.


Entendía que dada a la curiosa propiedad del agua de tener una densidad inversa, no habría un mejor ejemplo utilizado por Jesús para decirnos que en él estaremos siempre llenos de energía, fuerza, tranquilidad, satisfacción con lo que somos y hacemos, como si muchas moléculas corrieran dentro de nuestro cuerpo; siempre y cuando le demos cabida en nuestra vida. Jesús vendría siendo esa masa que ocupa nuestro cuerpo y por ende un volumen: alto, ancho, profundo en nuestro ser.


Por esta causa doblo rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en su amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda plenitud de Dios.

Efesios 3: 14 – 19.


El pasaje anterior deja clara la conexión especial que había entre Pablo (apóstol de Jesucristo) y su maestro. Le había sido revelada la importancia de dejar que fluya el agua de Cristo en nosotros. Conexión que aun debe existir entre Jesús y todos aquellos que dicen creer en él.


Necesitamos beber como aquella mujer Samarita del agua que nos ofrece Jesús, la cual le permitió ser renovada y aceptada por Dios a pesar de su pasado, de sus numerosas relaciones y señalamiento de la gente, ella estaba cansada de saciar su sed en aquel pozo hondo (Juan 4: 11), por eso cuando escuchó que era Jesús quien podía darle de beber le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Ella entendió que lo que ofrecía Jesús era perdón y una total renovación.


#Activatufe Ven a los pies de Jesús y deja que sea él quien te de su agua que salta para vida eterna, te aseguro que no tendrás sed jamás.



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